miércoles, 31 de agosto de 2011

Las nanas de cebollas

En este poema distinguimos  en la primera parte, que el autor se dirige a su esposa, explicándole lo impotente que se siente la no poder ayudarla, a ella y al hijo de ambos, en esta época de miserias, de hambre. La anima a seguir adelante, también a su pequeño, que ría en este tiempo lleno de adversidades y se suma a su sufrimiento, contándole como él, aún estando tan lejos, siente el olor a cebolla, siente el dolor, y el hambre que ellos sienten, la oscuridad, la desesperación. Él también conoce ese sentimiento, el no tener nada. La celda teñida de negro, no hay esperanza. Hambre y dolor. Desaliento.
Posteriormente Miguel Hernández se orienta hacia su hijo, y explica también la situación que él mismo está viviendo en prisión (de manera superflua, pero perfectamente clara). Inyecta a su pequeño la importancia de vivir, de saber disfrutar, de reír, de ser fuerte hasta que vengan tiempos mejores. Le hace saber cuánto le reconforta su existencia, lo fuerte que le hace, las ganas de seguir adelante que le imprime, lo valiosa que es su sonrisa y su bienestar en sus días grises entre rejas. Le anima a aprovechar su niñez, a que no la deje atrás demasiado pronto, pues él ya la dejó, y nunca volvió. Ya habrá tiempo de luchar, de ser hombre feroz tiempo para enterrar la alegría y la paz.

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